La pequeña choza de paja a la que llamaban iglesia en 1574, dedicada a San Pedro y San Pablo, se convirtió con el correr de los años, en 1813, en Catedral, al ser trasladada la silla episcopal de Mérida a Maracaibo. En 1821 el Congreso de la Gran Colombia decidió el regreso de la sede episcopal a Mérida y volvió a ser Iglesia Mayor o Iglesia Matriz. En 1897, al crearse la Diócesis del Zulia, siendo su primer Obispo Francisco Marvez, vuelve a ser la Catedral de Maracaibo. No hay duda que independientemente de la titularidad de este templo, se trata de una iglesia cargada de historia en la ciudad. Así lo demuestra el propio obispo Mariano Martí, quien, en sus relatos pastorales de 1774, menciona que ya en 1610 se habían iniciado los libros parroquiales y queda admirado por la joya de arte que es el Santo Sepulcro de Maracaibo.
El historiador zuliano Juan Bessón relata que el 2 de julio de 1600 los indios quiriquires atacaron a Gibraltar en el sur del lago de Maracaibo, saquearon su iglesia y quemaron todo el pueblo. En ese templo se hallaba en su altar mayor el Gran Cristo el cual tumbaron a flechazos. Como la iglesia era de palmas, todo fue devorado por el fuego, menos el crucifijo que quedó ennegrecido por el humo, que es como se le ve hoy, siendo trasladado por los españoles a Maracaibo. Aunque los pocos moradores de Gibraltar que sobrevivieron quisieron retornar esta imagen a su pueblo, los pobladores de Maracaibo se negaron a entregarlo. El asunto fue resuelto por el Consejo de Indias y la fe del pueblo. Ubicado en la Catedral, se le conoce desde entonces como la Santa Reliquia o Cristo Negro de Maracaibo. En la Catedral de Sevilla existe un altar dedicado al Cristo Negro de Maracaibo donde se venera un cuadro pintado al óleo por el artista sevillano Joaquín Bilbao.
Una de las obras de arte sacro que distingue a la Catedral de Maracaibo es el Santo Sepulcro y el Cristo Yacente. Se trata, según la descripción del Obispo Martí en 1774, de "un sarcófago fabricado en carey esmaltado de varias piezas de plata trabajadas con primor y su cubierta embutida de cristales y adornada de serafines y perillas de plata, cuyo peso no se ha tomado por estar todas las piezas puestas en firme. El Cristo yacente mide dos varas y tiene unos potenciales de plata sobre dorados y cuenta con un colchón de terciopelo carmesí guarnecido de galeón de oro, una almohada del mismo género galomerada de oro y plata, una sábana de olán fino, labrada y guarnécida de encajes, una gasa fina que sirve de cubierta, dos pañuelos para poner sobre la almohada..., fue fabricado en Guatemala y es el más hermoso que he visto hasta ahora".
Acompañan al Santo Sepulcro varias imágenes que hacen el conjunto de la pasión, formado por la Dolorosa, San Juan y la Magdalena. Son bellas tallas de vestir, donde se destaca el traje de la Dolorosa en terciopelo negro con bordados en oro y perlas, encajes en las mangas y pañuelo de este mismo acabado. En una capilla lateral de la Catedral dedicada a la Virgen del Carmen, se encuentra un retablo de madera hojillada en oro, completando su estructura en mampostería de concreto en blanco y dorado. En su nicho central se exhibe la preciosa talla de la Virgen del Carmen traída de México en 1775. Complementan la riqueza de esta pieza los vestidos tanto de la Virgen como del Niño Jesús, con ricos bordados con cordones y adornos dorados, así como las coronas que portan ambos en oro con piedras preciosas. La antigua Cofradía de la Virgen del Carmen le obsequió a su patrona un trono hojillado en oro atribuido al artista zuliano Julio Árraga.
La Catedral, por ser una iglesia dedicada a San Pedro y San Pablo, es de los pocos templos que exhibe imágenes singulares de estos apóstoles. Posee una particular imagen de la Patrona de Francia y de las misiones Santa Teresita del Niño Jesús, yacente, de belleza singular, cuya cabeza descansa sobre un cojín pintado a mano, es una talla de madera del siglo XIX. Dentro de las pocas imágenes de la época colonial que se conservan en la ciudad, pertenece a este templo la de Jesús de la Humildad y Paciencia, talla policromada de cabellera natural, corona en cetro y plata, asiento hojillado en oro. Merece especial referencia la imagen de San Sebastián, Patrono de Maracaibo, escogido así por el fundador de la ciudad Alonso Pacheco. Se trata de una talla con sudario en terciopelo bordado en plata, base en plata repujada al igual que el árbol y las flechas. En materia de platería, es de advertir que parte de las piezas que pertenecieron a la Catedral de Maracaibo se encuentran actualmente en el Museo Arquidiocesano. No obstante, en uno, se hallan tres custodias del siglo XIX, dos de ellas de plata dorada. Todas están ricamente adornadas en su crestería y viril con rayos expositores y piedras de colores. Una de ellas, posee un astil en tres cuerpos en forma de pétalos, adornada con lágrimas de piedra. Hay un sagrario de plata cincelada en forma de cofre, donde permanentemente se guarda al Santísimo Sacramento.
Nos merecen especial referencia dos cálices de plata dorada, uno de ellos con nudo de manzana en el astil de marfil tallado y el otro con una subcopa con finísima filigrana; y un candelabro de plata y estaño con doce brazos con arabescos sosteniendo globos de cristal. A pesar de las remodelaciones que ha sufrido la Catedral, donde ha visto mutilado su patrimonio arquitectónico, conserva aún un bellísimo y antiguo fresco con la figura de Cristo resucitado, situado en el techo del altar del Santísimo, así mismo cuatro pilas de agua bendita, dos de pared y otras dos de pie, todas de mármol. En ebanistería, hay algunos muebles de particular elaboración, a saber: sillas, parabán, un confesionario y reclinatorios. Finalmente, en lo alto de las ventanas pueden distinguirse vitrales en forma de claraboyas. La Catedral tuvo el primer órgano que se conoció en Maracaibo, estrenado en la misa de Navidad de 1849 y posee un reloj en la torre que data de 1859. Las campanas son de bronce y aunque poseen marca de fábrica, se desconoce la fecha de su instalación.
Bibliografía: Tomado del libro "Arte Sacro en Maracaibo" (2005)
del historiador zuliano Julio Portillo.